"¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir:
«amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la
lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky,
padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la
Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas
llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo
decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!».
Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros,
es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y
del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre,
sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda
la vida.
"Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz".
"Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz".
Duele leer sus palabras porque sabemos que cinco años después ocurrió el golpe militar contra el gobierno de la República por fascistas cuyo objetivo fue imponer todo lo contrario de la cultura y la inteligencia. García Lorca fue detenido el 16 de agosto de 1936 y tres días después asesinado a las afueras de Granada.
Había cumplido treinta y ocho años.
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