Las guerras contra los indios en Estados Unidos terminaron en forma dramática y penosa. Nuevamente Nelson Miles desempeñó un papel importante en la destrucción de los sueños de la nación Sioux. Los hechos los relata Dee Brown, historiador indio, en su libro Bury My Heart at Wounded Knee.
En 1888 un indio de Nevada llamado Wovoka había fundado una religión llamada “Ghost Dance”-Baile Fantasmal- una extraña mezcla de cristianismo y creencias indígenas que ofrecía una esperanza a los indios en su angustiosa situación frente a los blancos. En su reservación de Standing Rock, Sitting Bull, el anciano jefe Sioux, quiso conocer sobre esta religión e invitó a Kicking Bear-un Sioux que se había convertido al Baile Fantasmal- para que se lo explicase. El Ghost Dance se basaba en la creencia de que Cristo había regresado a la tierra como indio y había prometido que aquellos indios que bailaran el baile fantasmal serían preservados hasta que la tierra entera fuese para ellos nada más, pues el baile hacía posible el retorno de los indios guerreros muertos. Irónicamente Sitting Bull creyó que esto era posible porque había aprendido del Cristianismo la existencia de un Mesías que había resucitado.
Sin embargo, a Sitting Bull le preocupaba que su gente hiciera el baile fantasmal porque ese año de 1890 el ejército estadounidense había prohibido dicha práctica en las reservaciones Sioux. En respuesta a la preocupación de Sitting Bull Kicking Bear le convenció de que si los indios usaban vestimentas sagradas- camisas pintadas con símbolos mágicos- nadie les podría hacer daño pues ni las balas podían atravesar las camisas fantasmales. El Ghost Dance se propagó como fuego por todas las reservaciones indias de modo que el ejército decidió impedirlo a la fuerza a pesar de que la nueva religión enfatizaba la no violencia. A Sitting Bull se le ordenó expulsar de la reservación a Kicking Bear y al rehusar hacerlo, el Comisionado de Asuntos Indios fue convencido de que Sitting Bull era el líder de la “perniciosa religión”.
Entretanto el baile fantasmal se hizo todavía más prevaleciente al extremo de que todas las demás actividades se paralizaron; los indios no hacían otra cosa que bailar frenéticamente. El Buró de Indios en Washington pidió una lista de los que fomentaban el baile fantasmal. El Buró transmitió la lista a Nelson Miles en Chicago y al éste ver el nombre de Sitting Bull-el asesino de Custer- decidió buscar la manera de sacarlo de la reservación sin que esta acción fomentara violencia. Al no lograrlo utilizando de intermediario a Buffalo Bill, envió a un agente indio para arrestar a Sitting Bull.
En diciembre de 1890, la cabaña de Sitting Bull fue rodeada por policías indios y cuando lo sacaron se vieron a su vez rodeados por indios haciendo el baile fantasmal. En la confusión que se formó, Sitting Bull cayó muerto de un tiro a la cabeza.
De acuerdo con la versión de Dee Brown, el hecho de que los indios creyeran fielmente en que los hombres blancos habrían de desaparecer, según decía la religión del Baile Fantasmal, impidió que reaccionaran violentamente ante el asesinato de Sitting Bull. Pero como los ánimos del ejército estadounidense estaban caldeados, la confrontación final con los Sioux tuvo lugar en un campamento de la ensenada conocida como Wounded Knee.
Todo comenzó cuando el General Miles ordenó el arresto de Big Foot-jefe de una banda de Sioux que vivía en el Río Cheyenne-por haberlo encontrado también en la lista de los que respaldaban el Ghost Dance. Irónicamente, Big Foot había perdido la fe en esta nueva religión, pero Miles no lo sabía y envió la Séptima Caballería para Pine Ridge. Los indios no ofrecieron resistencia, sobre todo porque su jefe Big Foot se encontraba gravemente enfermo de pulmonía, y fueron llevados hasta Wounded Knee. Allí acamparon un total de 350 indios Sioux, en su gran mayoría mujeres y niños. El destino quiso que entre los indios estuviesen algunos de los guerreros que le propinaron la derrota en Little Bighorn a algunos de los soldados que allí les rodeaban.
A la mañana siguiente los soldados que rodeaban el campamento entraron a quitarle las armas a los indios por la fuerza. Uno de éstos, Yellow Bird, pidió que resistieran porque sus camisas fantasmales les protegerían de las balas pero Big Foot sabía que ello sería suicida. Entonces un soldado quiso desarmar a un indio sordo y el rifle se descargó. Lo que siguió fue un estruendo de balas y una carnicería al final de la cual habían muerto dos terceras partes del grupo de Big Foot, incluyendo su jefe.
Un grupo de treinta guerreros logró escapar y se refugió en un campamento de indios donde imperaba el odio y el deseo de venganza por lo de Wounded Knee. Entonces Nelson Miles rodeó a los indígenas con sus soldados pero en lugar de atacar envió mensajes conciliatorios urgiéndoles la rendición con promesas de que serían tratados con decencia. Así consiguió la rendición completa el 15 de enero de 1891 sellando el destino de esas naciones para siempre.
Un mes después de la terrible masacre, demostrando una vez más su total carencia de sensibilidad, el General Nelson Miles llevó a cabo una celebración de triunfo con una parada formal de sus soldados, banda musical y fiestas en el mismo lugar en que se había derramado la sangre de tantos inocentes. Por esas ejecutorias Nelson Miles fue ascendido en 1895 a Comandante General del Ejército de los Estados Unidos y se decía que aspiraba a la presidencia de la nación.
En 1898, al iniciarse la Guerra Hispano-Cubano-Estadounidense, le tocó protagonizar el esfuerzo de invadir la isla de Puerto Rico, la cual había insistido ante el Presidente McKinley que se tomara antes que a Cuba. Sagaz como siempre, se las arregló para enterarse del lugar más apropiado para entrar en gloria a Puerto Rico: el área sur, donde no encontraría resistencia alguna porque sus habitantes nunca perdonaron la persecución del 1887 bajo España. Dicen que su ambición fue lo que le hizo cambiar-sin informárselo al Secretario de Guerra-el lugar de la invasión, que se suponía fuese por Fajardo, para no tener que compartir el triunfo con la Marina.
Es en ese contexto del pasado del famoso exterminador de indios, que debemos releer la famosa Proclama que emitió Nelson Miles el 28 de julio de 1898 en Ponce:
“No hemos venido a hacer la guerra contra el pueblo de un país que ha estado durante algunos siglos oprimido, sino por el contrario a traeros protección, no solamente a vosotros, sino también a vuestras propiedades, promoviendo vuestra prosperidad y derramando sobre vosotros las garantías y bendiciones de las instituciones liberales de nuestro Gobierno. No tenemos el propósito de intervenir en las leyes y costumbres existentes que fuesen sanas y beneficiosas para vuestro pueblo, siempre que se ajusten a los principios de la administración militar, del orden y de la justicia. Esta no es una guerra de devastación, sino una guerra que proporcionará a todos, con sus fuerzas navales y militares, las ventajas y prosperidad de la esplendorosa civilización.”
Si los puertorriqueños hubiesen tenido idea de ese pasado de Miles como asesino de indios a lo mejor no hubiesen creído las palabras grandilocuentes de este “pavo real”. Para Miles no éramos distintos a los indios que estorbaban el paso de la expansión estadounidense.
Todavía está por verse si este pueblo, al cabo de una resistencia de ciento catorce años- en que nos pusimos las “camisas fantasmales” con los símbolos mágicos de nuestra cultura y nuestro idioma- preferirá terminar como los indios estadounidenses (en una gran reservación en el Caribe) o si nos atreveremos a ser una nación soberana.