"La Patria está pasando por su transfiguración
gloriosa" declaró don Pedro Albizu Campos a los periodistas en el cuartel
de la policía luego de su arresto en noviembre de 1950. Esa única declaración luego de la Revolución Nacionalista por parte del máximo líder de ese movimiento ha sido motivo de
múltiples especulaciones desde entonces.
Sin embargo esa frase, al igual que toda la obra del líder nacionalista,
se entiende solamente en el contexto de su profunda religiosidad, religiosidad
marcada por una fuerte inclinación al misticismo y la adherencia a las más
tradicionales y antiguas creencias del Catolicismo. La explicación para esta religiosidad mística
y escolástica-que muchos han criticado- hay que buscarla en su conversión a la fe católica mientras
estudiaba en la universidad de Harvard.
Albizu llega al Catolicismo por influencia de los
patriotas irlandeses que conoce en
Harvard, quienes unieron su causa a la tradición católica española para
contraponerla a la civilización protestante inglesa. Los independentistas
irlandeses se nutrieron del pensamiento de los religiosos españoles de la Contrarreforma Católica y por eso Albizu
adopta una forma de catolicismo orientada hacia el misticismo y los dogmas
originados como reacción a la Reforma Protestante del siglo 16.
Desde un principio Albizu utilizó un vocabulario
religioso y fue el primero y único en insertar los conceptos de valor y
sacrificio en el discurso político del país. Lo ocurrido en Irlanda durante la insurrección en 1916 fue un ejemplo dramático tanto de valor como de sacrificio.
Influenciado también por la historia de la lucha de siglos entre
cristianos y moros en España, Albizu
destacó la necesidad de una "reconquista doble" en Puerto Rico: la de
sus cenizas y la de los símbolos de su soberanía. Para lo primero escogió a Lares y para lo
segundo rescató la bandera monoestrellada
como símbolo de la nacionalidad.
Alzibu sabía que toda entidad nacional tiene
necesidad de ritos y símbolos. Por eso
inició el peregrinaje a Lares, porque creyó firmemente que la nacionalidad
puertorriqueña había sido "ungida" allí en 1868 cuando los
insurrectos "bautizaron con su sangre el maravilloso cuerpo de la
nación". Desde entonces, según don
Pedro, "la Patria, vilipendiada..por los detractores del
ideal, se guardó muy hondo en sus entrañas la ceniza de sus muertos gloriosos,
segura de que los enemigos de la Libertad por carecer de la visión de lo
eterno, no están en la disposición de respetar la ceniza sagrada de los
muertos". Albizu decía que la Patria era como una diosa,
pues su cuerpo que es la tierra, había sido convertido en cosa sagrada por la
sangre de los mártires.
Esa conversión a lo sagrado a la cual se refiere,
alude a la creencia de Albizu en la transmutación, concepto que proviene del
dogma más controversial de la Iglesia Católica: la transubstanciación. Es la creencia -expresada en el Concilio de
Trento frente al desafío de los protestantes de la Reforma- en que toda la
substancia del pan se transmuta en el cuerpo de Cristo en el momento de la
Eucaristía, en el sacrificio de la Misa.
En 1935 Albizu escribe un ensayo titulado
"Sombra y luz: Introducción a la vida mística" en el cual expresa que
Dios gusta de las mutaciones de su propia obra.
En un escrito a su hija Rosa Emilia en 1936 decía estar absorto en el
misterio del agua y el misterio de la ternura y se preguntaba: "¿qué
misterio encierra el agua que Dios la escogió como elemento para la transmutación
del alma? Ese concepto de la
transmutación lo comienza a atar ese mismo año a la misión del Nacionalismo, en
ocasión del duelo a Rosado y Beauchamp.
En ese discurso fúnebre Albizu dijo que: "Traemos cenizas que dicen
de la inmortalidad de Puerto Rico... El Nacionalismo ha traído a la Patria la
transmutación de su ser, pues el hombre no nació para vegetar...el valor es lo
único que permite la transmutación del hombre para fines superiores".
Pero la clave más acertada para entender su frase
luego de la insurrección nacionalista de octubre de 1950 se encuentra sobre
todo en su último discurso en Cabo Rojo con motivo del natalicio de Betances, sin duda
la figura más venerada por don Pedro. En
ese 8 de abril de 1950, refiriéndose al monumento a Betances dijo lo siguiente:
"Este monumento no es solamente un monumento, es algo que ha sufrido la
transfiguración porque ese monumento tiene en su seno los restos del gran
patricio, Ramón Emeterio Betances."
Luego de los eventos de octubre de 1950, Albizu
sintió que el acto de sacrificio efectuado por los suyos, con el heroísmo y valor sublime demostrados,
y sobre todo, con la sangre regada por la causa de la liberación, la patria
había trascendido su mera materialidad y temporalidad: la Patria había sido
transfigurada.