Sus escritos aparecen todos los
domingos bajo el titular de “Las cosas por su nombre” en El Nuevo Día y
confieso que hasta hace poco no le prestaba atención. Pero una amiga que respeto mucho y una
profesora de Literatura en un seminario de facultad hace poco lo recomendaron,
en específico una columna suya. Se trató
de la titulada Puerto Rico tiene una salida: el aeropuerto. Refiriéndose a la emigración de boricuas dice
en parte lo siguiente:
Durante la pasada década, el
promedio eran 50,000 anuales, lo que significa que medio millón hizo su casa en
otro país. El resultado es que Puerto Rico vivió en la pasada década algo que
solo ocurre en países que hayan vivido grandes conflagraciones como guerras
civiles o genocidios: una marcada reducción poblacional. No hay síntoma más poderoso que ese de la emigración masiva de la monumental crisis que vivimos. Nada dice tan alto lo bajo que hemos caído que el hecho de que tanta haya perdido la esperanza y, con mucho dolor, se vaya a otro sitio. Todos sabemos que muchos de los que no se han ido lo han pensado o lo están pensando. La conclusión a la que llevan estos datos da demasiado dolor: la gente tiró la toalla con Puerto Rico.
Aunque pienso que
exagera cuando dice “la gente” pues debió decir “mucha gente” (y yo soy de los
muchos que se quedan y no están pensando en irse) desde entonces soy asidua
lectora de este excelente periodista, quizá porque casi siempre estoy de
acuerdo con lo que escribe. Y porque hace cierto el titular bajo el cual
publica.
Hoy por ejemplo
lo hace, por supuesto, sobre el Partido Popular cuya feligresía se está
reuniendo en Fajardo y celebrando sus 75 años. La titula Batalla por el corazón de los populares refiriéndose a la que se libra desde siempre “entre los que insisten
en dejar el ELA como está y los que quieren que deje de ser una de las
últimas colonias del mundo.”
Han vivido en la guardarraya por décadas. Un pie aquí y un pie allá. Le llamaban “lo mejor de dos mundos”. Pero el tiempo se les está acabando. El modelo que les permitió vivir así, meciéndose como en una hamaca, se agotó. Concluye diciendo que “Los soberanistas parece que son más de lo que jamás sospecharon. Están ahí. Tienen fuerza. ¿Cuánta? Esa es la gran pregunta. Le toca a ellos demostrarlo.”
Tiene razón Torres Gotay. Pero el asunto es que este modelo-inventado en tiempos de la Guerra Fría- sigue siendo el estatus preferido por los del gobierno permanente en los Estados Unidos, como han dado a demostrar cada vez que se quiere hacer un cambio por más que nos engañen haciendo simulacros de vez en cuando. Y sigue siendo el modelo preferido por los de la familia real ponceña que son los que manipulan la cúpula del PPD.
No va a ser la última batalla
pero ojalá en ésta los soberanistas mantengan el ímpetu que demostraron al
elegir a Manuel Natal por encima de los deseos de la cúpula. Lo sabremos pronto.