Ese es el sambenito que le ponen los que destruyen el ambiente en Puerto Rico—generalmente extranjeros y sus alcahuetes-- a los boricuas que queremos salvar lo que nos queda. Es el mote que sustituye el de “comunista” como forma de estigmatizar al que protesta por daños a la naturaleza. Eso no lo hizo la compañía puertorriqueña a la cual se le obligó en Caimito a restaurar la Quebrada Chiclana luego del caso que llevaron los vecinos.
La frase fue utilizada ayer por el energúmeno número uno del Senado, Jorge de Castro Font para calificar a los que se oponen a desarrollos en la costa durante la discusión del proyecto Corredor Ecológico del Noreste (CEN) al cual se opone junto al presidente, Kenneth McClintock y al otro energúmeno, senador Carlos Díaz. De acuerdo al parte de prensa, cuando De Castro Font hizo las expresiones, Camilla Feibelman, portavoz de la Coalición del Corredor Ecológico del Noreste, comenzó a gritarle desde las gradas "no me llames terrorista". Los ujieres sacaron a la líder ambientalista de las gradas y comenzaron a revisar las pertenencias de los miembros de su grupo que entraron. Eso es lo triste y preocupante, que funcionó lo de “terrorista” para enseguida considerar a los ambientalistas como peligrosos en esta época del Patriot Act y el Homeland Security. Son los nuevos subversivos y la lista ya debe estar siendo elaborada.
La primera vez que escuché esa frase fue hace tres años de boca de una alcahueta de Cleofe Rubí, un desarrollador cubano famoso por los problemas que ha ocasionado en muchos proyectos en la isla. Y fui yo la recipiente de ese dardo verbal envenenado.
La razón para ello fue que constituí, junto a un grupo de vecinos de Hato Rey, el Comité Pro Defensa del Ambiente que incluyó residentes en los condominios aledaños a los terrenos al sur del Colegio La Merced, al oeste de la Calle César González y al norte de la Avenida Piñero. Intentábamos, contra viento y marea, detener la construcción de tres torres de condominios por parte de Mora Development y la St. Louis Desarrollos Inmobiliarios en un área inundable por la que discurre la Quebrada de los Muertos en Hato Rey.
Primero intentamos salvar un bosque urbano hermoso donde habitaba una familia de guaraguaos pero nos sacó la policía y me llevaron a la corte donde una jueza me indicó que no podía hacer nada para paralizar el tumbe de más de 80 árboles. Hubo mucha prensa que acudió a mi llamado y el asunto atrajo la atención del Senador Ortiz Dalliot quien abrió a vistas públicas sobre el proyecto. Comparecí en dos ocasiones junto a un grupo de vecinos. Pero cuando el asunto le creó problemas a Cleofe Rubí, la prensa sacó convenientemente los problemas de Ortiz Dalliot con los impuestos, se malogró el asunto y al senador le costó la reelección. Una desgracia porque el sustituto suyo es Carlos Díaz que ya hemos visto lo que le interesa en la vida.
El último intento que hicimos fue tratar de salvar la Quebrada de los Muertos con el Cuerpo de Ingenieros, por tratarse de un área inundable con humedales. Logramos que paralizaran el proyecto de Rubí, lo que provocó amenazas de quitarnos parte de los terrenos de nuestro condominio, lo cual hizo como quiera. Finalmente, ese organismo se doblegó ante los desarrolladores dándoles el permiso- condicionado-para construir encima de la quebrada.
El resultado: ya están construidas dos de las torres de 19 pisos y en proceso la tercera. En lugar del verde tranquilizador tenemos cemento. En lugar del sonido de los pájaros tenemos ruidos de maquinarias y tendremos ruidos de perros ladrando, carros sonando y música a niveles tóxicos. En lugar de aire puro tenemos polvo y tendremos pronto los gases tóxicos de cientos de automóviles entrando y saliendo. En lugar del fresco que producían los árboles y la quebrada, tendremos un aumento en el índice de calor provocado por el cemento brillando a la luz del sol.
Lo triste es que el caso de esa construcción es muy similar al de Paseo Caribe en muchos aspectos: la forma de conseguir los permisos, la división del proyecto para presentarlo en distintas formas a la Junta de Planificación y ARPE, los argumentos de los desarrolladores para defender la construcción y finalmente, el sambenito colocado a los que se atreven a protestar: terroristas ambientales.
EL CONSENTIMIENTO DE LOS GOBERNADOS
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