Hoy domingo Mayra Montero da en el clavo en su columna en El Nuevo Día al
escribir sobre lo que está sucediendo en las salas de conciertos o de buen
cine. Describe lo sucedido en el concierto
de Pablo Milanés en Bellas Artes cuando se pidió a los asistentes que apagaran
sus celulares. Dice Mayra que fue como
si dijeran lo contrario porque de inmediato muchos sacaron sus pantallitas
encendidas para tomar fotos o grabar. Y
que no era juventud lo que había en esa sala, era gente mayorcita y
supuestamente educada porque Milanés no apela a las masas. Alude a que no es en conciertos nada más sino
que en los cines como Fine Arts donde lo que va es también gente más educada a
ver películas de arte, es ya común ver personas con las pantallas iluminadas
molestando a los que quieren concentrarse en la pantalla grande.
Confieso que por esa misma razón dejé de asistir a
conciertos y hace tiempo que no voy al cine prefiriendo esperar a ver las películas
en la tranquilidad de mi sala. Fue
precisamente en Fine Arts que tuve una mala experiencia al tener que llamarle la
atención a una elegante y joven mujer porque me molestaba el resplandor de su
celular en medio de la oscuridad de la sala.
Decidí que no vale la pena pagar para no poder ver las películas en paz.
No entiendo para qué rayos la gente, rodeada de otra gente,
prefiere comunicarse con los que no están a través de mensajitos o fotos. En lugar de estar en el momento y disfrutar
a plenitud del evento compartiendo con los que tienen a su lado, les interesa más que muchos otros sepan lo
que están experimentando.
Me temo que ya se está dando lo que temía Einstein de que la tecnología está superando la interacción humana.
Pero es peor la implicación de esta mala conducta que se ha
generalizado porque como dice Mayra,
La gobernabilidad, la decencia colectiva y lo que ahora han dado en llamar
concertación, empiezan por los pequeños gestos individuales, esas muestras de
disciplina ciudadana que son tan fáciles de acatar. Si la mujer que estaba a mi
lado, ya vieja, es incapaz de cumplir con una regla tan elemental como
abstenerse de tomar fotos o grabar un concierto, ¿quién puede esperar voluntad
de sacrificio, consenso, una cultura de respeto al prójimo o a los lugares
donde nos encontramos?
4 comentarios:
Creo es una adicción. Sabe Dios lo que emana por esas ondas, que atrapa a la gente. ¡Je, je!
Ya es una adicción para muchos, a lo mejor tienes razón. Pero ciertamente acabarán como dijo Einstein..
Ya es una tendencia muy marcada en nuestra sociedad, un mal , la constante interacción con la tecnología se vuelve un mal necesario haciendo que la sociedad corra hacia los objetivos de los grandes intereses , convertir a hombre en un ser menos pensante e individual
Bodo: Muy difícil pensar cuando se está todo el tiempo texteando, twiteando o feisbuqueando.
Gracias por comentar.
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