Ayer pude ver el mar, en San Juan, Puerto Rico

No se apuren, no me volví loca, aunque razones me sobran en este país. Es que vivo en Hato Rey y a veces pasan días en que no veo el mar de cerca y me hace falta esa imagen, ese color, ese sonido, ese olor. No lo veo a menudo porque el mar ha sido robado a nuestra vista en la costa norte por los constructores que dominan hace décadas en nuestra isla. Y hoy el señor Rafael Rojo (persona non grata para mí) tiene el DESCARO de decir que en Puerto Rico queda mucha costa sin construir.

Cada vez que cojo por la De Diego en Santurce hasta el final y en el cruce con la Ashford me topo con la mole de edificios que tapan el mar me dan deseos de implosionar todas las torres de condominios. Enseguida me recuerdo de la madre de todos los gobernadores, sobre todo de Luis Muñoz Marín, que permitieron el desastre de construir en la playa misma. Por su culpa no tenemos un malecón como lo tienen La Habana y Santo Domingo.

Ayer tuve que ir al Condado para recoger unos informes médicos. En el trayecto uno se olvida que existe el mar al otro lado de tanto cemento. Pero cuando caminaba hacia el edificio donde están las oficinas de finanzas del Ashford Medical me sorprendió de pronto aquella imagen color aquamarina al final de la calle. ¡El mar por fin!! Fue tan deslumbrante el encuentro que decidí acercarme a verlo, olerlo, escucharlo. Descubrí una placita justo en ese lugar y me senté en un banquito a admirar su majestuosidad. Tomé una foto que ven arriba, que aunque no le hace mucha justicia al maravilloso color que tenía bajo el sol brillante del mediodía, da una idea del lugar en pleno Condado. Ya sé dónde ir cuando necesite meditar frente al “Contemplado” como le dijo el poeta Pedro Salinas. Les dejo el poema que dedicó a nuestro mar.

De mirarte tanto y tanto,
de horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,
te he dado nombre; los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.
¡Si era fatal el llamártelo!
¡Si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡Si tú has sido para mí,
desde el día
que mis ojos te estrenaron,
el contemplado, el constante
Contemplado!