Es evidente que en este conflicto que suena a los tiempos de
la Guerra Fría estamos siendo bombardeados por la desinformación, como es usual
en los medios de comunicación estadounidenses.
Lo que se escucha es la misma retórica
antisoviética aunque ya no exista la URSS.
A nadie le importa ver el otro lado de la situación, el contexto histórico
de la misma y el peligro de desconocer la geopolítica envuelta.
Eso es lo que el
diplomático chileno Jorge Heine se ha dado a la tarea de explicar en
artículos como el que quiero reproducir por su importancia y los invito a leer.
Heine comienza preguntándose la
razón por la cual Rusia está poniendo en peligro el prestigio ganado en Sochi
al autorizar una acción militar en
Crimea. Dicha invasión dice que "responde
a la caída del gobierno pro-ruso del Presidente Viktor Yanukovich en Ucrania
hace algunos días, en un cuestionable voto de la Rada, el parlamento ucraniano,
y su reemplazo por un gobierno pro-Estados Unidos y pro-Unión Europea (UE),
encabezado por el Presidente Alexander Turnichov y el Primer Ministro Arseny
Yatsenkuk. Ucrania, un país de 45 millones de habitantes, antigua república
soviética, ha estado siempre dividida entre dos almas—una pro-europea, en la
parte occidental, y otra pro-rusa, en la parte oriental y del Sur, donde está
Crimea, una península insertada en el Mar Negro, y transferida por Nikita
Khruschev a Ucrania en 1954, en una época en que la última era aún parte de la
URSS–."
"Para muchos, la incapacidad del
gobierno ruso de aceptar sin más este cambio de gobierno en Ucrania reflejaría
los instintos antidemocráticos imperantes en Moscú, y los resabios autoritarios
aún remanentes en la nueva Rusia. Los Estados Unidos han respondido
enérgicamente, diciendo que esto tendrá consecuencias. Una primera víctima
sería la próxima reunión del G8 en el propio Sochi en junio, a la que el
Presidente Obama no asistiría, ni tampoco los líderes de Francia y el Reino
Unido. Se habla tambiėn de sanciones económicas, de cancelación de visas y de
otro tipo de medidas. Se menciona incluso el expulsar a Rusia del G8, o al
menos suspenderla por un tiempo.
Para algunos, se trata de la mayor
crisis internacional desde los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre
de 2001. Para todos, es el principal desafío internacional del Presidente
Barack Obama en toda su presidencia."
"¿Qué ha llevado a Rusia a algo de
tan alto costo?
Lo que pocos mencionan es que, lejos
de representar viejos resabios autoritarios o meros caprichos de un autócrata,
la respuesta rusa a lo ocurrido en Ucrania se ajusta a principios de larga data
en las relaciones internacionales. Grandes potencias como Rusia tienen una
memoria histórica y una cierta manera de relacionarse con su entorno y con el
mundo. La mantención de una cierta esfera de influencia en su vecindario
cercano ( lo “extranjero inmediato’’) es parte de ello. Esto no ha sido
respetado ni por los Estados Unidos ni por la UE, que se han embarcado en una
política de expansión hacia Europa Central y Oriental con muy poca consideración
para los intereses de Moscú. La incorporación de muchos países de Europa
Oriental a la UE, primero, y a la OTAN, después, son expresión de esto."
"La OTAN es una alianza militar que
se estableció en contra de la Unión Soviética. Lo lógico es que hubiese llegado
a su fin al dejar de existir esta última. Sin embargo, ello no sólo no ha
ocurrido, sino que la alianza se ha continuado expandiendo, acercándose cada
vez más a la Federación Rusa, y desconociendo acuerdos entre Washington y Moscú
a comienzos de los 90 en cuanto a que ello se evitaría. La noción de que Rusia
debería aceptar mansamente un verdadero cerco de países hostiles que se van
haciendo miembros de una alianza establecida en contra de su Estado antecesor,
es difícil de aceptar. El cambio de gobierno instigado en Kiev llevó al poder
precisamente a la facción más comprometida con incorporar a Ucrania a la UE y
eventualmente a la OTAN. De ahí la reacción rusa, diciendo que por este camino
no se puede seguir.
De todos los países europeos, el más
consciente de la necesidad de evitar un retorno a la Guerra Fría y a escalar el
conflicto, es Alemania. Su Canciller, Frank-Walter Steinmeier, ha indicado que
se opone a boicotear la próxima reunión del G8 en Sochi, no digamos ya a
expulsar a Rusia del grupo. Para él, es fundamental darle una oportunidad a la
diplomacia y a una solución negociada a la crisis.
Ello es perfectamente posible. Pero
implica aceptar el hecho político de fondo. Rusia ya no es una
superpotencia, pero lo fue alguna vez, y sigue teniendo considerable poderío e
intereses geopolíticos que no pueden ser ignorados. El continuar ninguneándola,
como a ratos pareciera que hacen las potencias occidentales, alentando a
partidos y coaliciones antirrusas en países como Georgia y Ucrania, no hace sino
provocar este tipo de situaciones.
Después de la Segunda Guerra
Mundial, una solución de compromiso para respetar los intereses estratégicos de
la Unión Soviėtica, que perdió 20 millones de personas en esa guerra, fue
establecer estatutos de neutralidad para países como Austria y Finlandia.
Ucrania, cuya historia está íntimamente entrelazada con la de Rusia, podría
someterse a un estatuto similar. Esta es una solución. Hay otras. El punto es
que la geopolítica tiene sus normas. Rusia ha resurgido de la decadencia por la
que pasó en los 90 bajo Boris Yeltsin y sigue siendo el país con más territorio
del planeta, con nueve husos horarios, y es una potencia petrolera y nuclear.
Pretender que puede ser tratada como un paisito es tratar de tapar el
cielo con la mano."
Gracias Jorge por ocuparte de
explicar lo que nadie se atreve a decir por estos lugares.