En el mes de febrero se conmemoran varios natalicios de
personajes importantes en nuestra historia. Uno de éstos es el de Julia de Burgos cuyo centenario se
cumple el 17 de este mes.
Julia es mi
poeta favorita porque es la que más apela a mi como mujer, como puertorriqueña, como independentista
y como amante de la naturaleza.
Le he
dedicado tres entradas en mi blog: (1)
sobre el homenaje que le hicieran enEspaña en el 2008, (2)
cuando el servicio postal de Estados Unidos emitió el sello y (3)
otro homenaje en España. Aquí incluí uno de mis poemas favoritos: "Yo misma
fui mi ruta". Numerosas instituciones culturales y varias universidades han de
celebrar actividades en honor a esta gran poeta puertorriqueña.
Yo quiero sumarme al homenaje compartiendo con ustedes un
poema que es desconocido para la mayoría, como son casi todos los suyos que tratan de
temas políticos: "Una canción a Albizu Campos", "Himno de
amor a Rusia", "Puerto Rico está en tí" (a Gilberto Concepción de Gracia) y "Canto
a Martí". Este poema que incluyo es
el más dramático y fuerte de los suyos y se titula "Himno de sangre a
Trujillo". Lo encontré en un Diálogo
Digital de 2010 y fue publicado para contrarrestar el intento por parte de
Angelita Trujillo de presentar el lado "humano" del sangriento
dictador dominicano en su libro Trujillo, mi padre.
Lo increíble
es que Julia de Burgos parece que presagió el asesinato de Trujillo, ocurrido el 30 de
mayo de 1961. Ella había muerto 8 años
antes. Aquí va el poema:
Himno de sangre a Trujillo
Que ni muerto ni las rosas del amor
te sostengan,
General de la muerte, para ti la impiedad.
Que la sangre te siga, General de la muerte,
hasta el hongo, hasta el hueso, hasta el breve gusano condenado a tu estiércol.
Que la sangre, la sangre
se levante y te siga.
Que la sangre que heriste por los caminos reales
se levante y te siga.
La sangre campesina, descolorida sangre, buena sangre violada,
que despierte y te siga.
La que muerta, aún vigila en un rostro de madre,
que despierte y te siga.
Que la sangre que muere por tu voz cada día
se levante y te siga.
Toda tu sangre, ronco general de la muerte,
toda tu sangre en fila para siempre, y gritando
para siempre, y siguiéndote,
toda tu sangre.
General Rafael, Trujillo General,
que tu nombre sea un eco eterno de cadáveres,
rodando entre ti mismo, sin piedad, persiguiéndote,
que los lirios se tapen sus ojos de tus ojos,
vivo y muerto, para siempre;
que las flores no quieran germinar de tus huesos,
ni la tierra te albergue:
que nada te sostenga, General, que tus muertos
te despueblen la vida y tú mismo te entierres.
Dictador. ¿A qué nuevos horizontes de crimen
vuelves hoy a apuntar tu mirada suicida?
Esa cumbre de muertos donde afianzas tu triunfo,
¿te podrá resguardar del puñal de la vida?
Ese pálido miedo que otra vez te levanta,
¿durará sobre el rostro de un mundo que te espía?
Dictador de ese hermoso pueblo dominicano
masacrado en tus ansias y dormido en sus iras,
¿de qué llevas tu cetro? ¿De qué sol te alimentas?
De los hombres que muerden tu nombre cada día,
del dolor que un gran lecho te prepara en sus brazos,
pero no de la espiga:
pero no de los ríos que limpiarán el polvo
por donde te paseaste, pisoteando la vida;
pero no de las manos de los niños que crecen
abonando de nuevos universos sus risas;
pero no del futuro, dictador de la muerte,
que tu burla a una tumba con desprecio se fija.
¡Maldición, General, desde el sepulcro en armas
que reclama tu vida;
desde la voz presente de los muertos que marchan
a polvorear de cruces tu insolente conquista!
¡Maldición desde el grito amplio y definitivo
que por mi voz te busca desde todas tus víctimas!
Sombra para tu nombre, General.
Sombra para tu crimen, General.
Sombra para tu sombra.