Un recorrido por
los canales de televisión de Puerto Rico y Estados Unidos me llevó anoche a, como siempre, refugiarme en
los canales españoles, sobre todo Antena3.
También me hizo recordar un artículo que me impactó tanto que lo
guardé. Se trata de “Breve recuento de
la imbecilidad” de Francisco José Ramos publicado en 80grados en octubre del
2012. Es un artículo largo y complicado del cual voy a extraer pedazos -con mi comentario o reacción entre paréntesis- para que
no salgan corriendo mis lectores.
En el caso
de la imbecilidad dice que “estamos ante algo que connota siempre un cierto
estado indefinido de debilidad de pensamiento. .... Los
síntomas de la debilidad del pensamiento contemporáneo pueden identificarse por
doquier, pero muy particularmente en los medios periodísticos y el Internet. La
razón es clara: la imbecilidad conlleva un desgaste de la función simbólica del lenguaje, la erradicación de la poesía, el desahucio del pensamiento y la exaltación de la banalidad."
Ramos dice que para comprobar esta afirmación.. basta con abrir las páginas de El Nuevo Día, sobre todo de la
sección «Por dentro». (Tan de acuerdo estoy que suspendí mi suscripción hace un año al del domingo así que ya no me entero de la moda que se supone que sigamos, ni de los productos de belleza que los famosos usan, ni de las bodas cada vez más extravagantes que celebran los ricos, ni de las estupideces que escriben. Si quiero leer gente inteligente, como Mayra Montero o Ana Lydia Vega, las busco en línea.)
Lo dejo en sus propias palabras terminar la explicación de la imbecilidad:
“He ahí, pues, el paquete. Paquete en el doble sentido de la palabra: como mentira o falsificación y como envoltura. La Publicidad es su promoción. Las Relaciones Públicas son su factura. El Marketing es su diseño. El Espectáculo o Show Business es su ostentación. ¿A qué otra cosa si no ha sido reducida la vida política y la opinión pública? ¿En qué terminan por convertirse todos los “productos culturales”, sea cual sea su procedencia –artística, intelectual, educativa, médica, literaria, tecnológica, religiosa, etcétera– si no es en mercancía? A su vez, la obsolescencia programada del producto conduce a la transformación y sustitución indefinida del contenido material del paquete, pero prevaleciendo intacta su forma mercantil.
...En Wall Street, la Bolsa suele cerrar con entusiasmo de poseídos, aplausos y toques de campanas, como en el más piadoso y vulgar culto religioso. Supongo que son vítores para los ricos, astutos, diestros, siniestros y poderosos señores de lo que ha llegado a ser un capitalismo decapitado, con tentáculos por todas partes, pero con la cabeza en ninguna y el corazón inexistente. Y si es así, entonces un tal espectáculo, tan normal, mimado y compartido es, sin duda, una de las muestras más elocuentes de la imbecilidad contemporánea.”