
Los hechos son conocidos por todos aunque la interpretación de los mismos dependa, como en todo acontecimiento histórico, de la visión particular de quien lo relata. Hay, sin embargo, consenso de que todo comenzó cuando los Nacionalistas regresaban del acto que habían celebrado en Fajardo, como todos los años en honor al general Antonio Valero, el 26 de octubre.
En la madrugada del viernes 27 venían hacia San Juan en caravana el automóvil en que viajaba don Pedro Albizu Campos, seguido por otro en que iban seis nacionalistas. Como siempre, a estos automóviles les seguían varios de la Policía Secreta. Para evitar la persecución, un automóvil de los Nacionalistas empujó al de los policías y emprendieron marcha veloz, siendo arrestados a la altura del puente de Martín Peña. De acuerdo a la policía, en dicho automóvil se encontraron armas y bombas que motivaron el arresto de los Nacionalistas.
La noticia del arresto se regó por la Isla como pólvora. Esperando el allanamiento y detención por violación a la Ley 53 en cualquier momento, se dio la orden de comenzar la revolución, de resistir a tiros cualquier intento de detención. El sábado 28 de octubre, el barbero Juan Jaca Hernández, de Arecibo, se personó en Mayagüez en el almacén de los Cancel con órdenes de levantarse en armas el 30 de octubre. El que iba a comandar a los cadetes era Tomás López de Victoria, segundo después de Albizu. Ese mismo sábado, 28 de octubre, se fugaron ciento doce presos de la Penitenciaría Insular (que era la cárcel de La Princesa, donde hoy día ubica la Compañía de Turismo en el Viejo San Juan). Esta fuga era parte del plan de los Nacionalistas.
El lunes 30 de octubre la insurrección comenzó en Peñuelas a las 4:45 de la madrugada y rápidamente surgieron incidentes violentos en otros siete pueblos de la Isla. En Jayuya, los nacionalistas bajo el liderato de Blanca Canales, Elio Torresola y Carlos Irizarry (quien murió en el ataque), tomaron el pueblo por un día luego de proclamar la República. Poco después del mediodía ocurre el asalto a la Fortaleza (donde murieron cinco nacionalistas) y en la tarde el tiroteo, que fue transmitido por radio, entre el barbero Vidal Santiago y numerosos policías. Esa misma tarde el gobernador Luis Muñoz Marín movilizó a la Guardia Nacional y al día siguiente sus aviones bombardearon a Jayuya y a Utuado.
El 31 de octubre, en un discurso radial, el Gobernador de Puerto Rico intentó disminuir la importancia de los hechos acaecidos recalcando el hecho de que los Nacionalistas escasamente “llegan a trescientos en todo lo ancho y largo de nuestra Isla”. Pero también quiso dejar claro cómo se habría de interpretar semánticamente lo ocurrido para minimizarlo para la Historia. Dijo Muñoz Marín lo siguiente:
“No se interprete que en Puerto Rico hay ni pueda haber lo que merezca el nombre de revolución, ni escasamente el nombre de alzamiento. ”
El criterio de Muñoz prevaleció pues todavía solamente los independentistas se atreven a calificar los sucesos de octubre de 1950 como una revolución o una insurrección.
Sin embargo, el mismo intento de presentar la rebelión Nacionalista como un movimiento local sin importancia hizo que la acción se moviera hacia la metrópoli. Al día siguiente, 1 de noviembre, dos Nacionalistas residentes en los Estados Unidos atacaron la Casa Blair (donde estaba quedándose el presidente Harry S. Truman debido a reparaciones en Casa Blanca).
Como resultado directo de este escalamiento de la violencia Nacionalista y por órdenes del gobierno estadounidense, comenzaron los arrestos en masa la misma noche del atentado. La Ley Marcial no declarada se dejaría sentir a partir del 2 de noviembre en la madrugada.
(Este relato, tomado en parte de mi libro La Mordaza, continuará…)