viernes, 16 de noviembre de 2007

El Vocero está del mero

No sé si se han fijado que este periódico, que había dado un giro positivo en los últimos tiempos y representaba una alternativa frente a El Nuevo Día, parece haberse enfilado directito hacia la derecha —al menos en la parte noticiosa- luego de la muerte de su dueño Gaspar Roca. Los que teníamos esperanzas de que su viuda asumiera el control, porque conocemos sus capacidades y su compromiso con el país, las hemos perdido. Parece que otros controlan (aunque extrañamente no aparece nombre alguno en el periódico) y parece que son incondicionales de los desarrolladores. Sobre todo con el titular y extenso artículo de ayer sobre Tito Kayak y el editorial y caricatura de hoy sobre el mismo tema.

En el titular de ayer : ¿Quién financia a Tito Kayak? NEBULOSO respaldo económico a sus actividades de protesta, obviamente se echa manchas sobre el joven ambientalista. Fue una táctica burda y siniestra para que se discutieran los supuestos –y tétricos-auspiciadores de Tito (como ocurrió en algunos programas de discusión por la radio) y no su valentía y entrega a las causas que importan a muchos en el país. Pero sobre todo, se buscaba alejar la discusión sobre la ilegalidad de la construcción de Paseo Caribe.

El editorial de hoy, escrito por Edith Seda (según averigué llamando a la redacción) insiste en destruir la reputación de Tito Kayak bajo el título de “Todo tiene su razón de ser”. Dice en parte lo siguiente:

Pero, al parecer las actividades de Tito Kayak tienen otro objetivo, definido por sus propios intereses y por los de las personas que lo apo-yan de diversas maneras. Una de las cosas que más llama la atención es cómo un ciudadano que vive en un país que atraviesa el estado de crisis económica que nos afecta a todos en Puerto Rico, se puede dar el lujo de estar semanas trepado en una grúa sin realizar trabajo que le merezca una remuneración económica, o arrestado porque cometió una violación de ley, para lo que además necesita contar con defensa, que también resulta onerosa.

¿Cuáles son esos “propios intereses” que se supone tenga Tito Kayak? ¿No estaría mejor, mucho más cómodo y seguro haciendo otra cosa menos peligrosa que la que hizo? ¿A quién rayos se le puede ocurrir que es un “lujo” el estar semanas trepado en una grúa? ¿Qué le molesta a El Vocero, que Tito no reciba remuneración económica por lo que hace? ¿En qué quedamos? Por otra parte no es cierto que la defensa “resulta onerosa” porque estoy segura de que todos los abogados de Tito lo hacen de forma gratuita.

La caricatura de Arturo Yépez está peor: pone a Tito al nivel de Toño Bicicleta -un delincuente forajido de la justicia por muchos años. No está nada graciosa la comparación.

Lo siento señores de El Vocero. Se les nota la costura y no convencen con su postura de defensa del “patrimonio cultural”. El único que se ha atrevido a llevar a cabo una verdadera defensa de ese patrimonio en los últimos tiempos, a riesgo de su salud y hasta de su vida, es Tito Kayak. Lo que tiene que molestarles es que se haya convertido en un héroe popular. Por eso el burdo ataque.

3 comentarios:

  1. "Los asuntos que nos afectan como pueblo deben ser resueltos por nosotros mismos, cuidándonos de las intromisiones de organismos externos cuya finalidad siempre resulta ser nebulosa" (Editorial)

    Que planteamiento más débil. En el primer artículo insistieron en darle cierta validez a un supuesto rumor que decía de Tito era financiado por Chávez. Ahora van más allá y simplemente lo dan por hecho.

    Lo curioso es que la razón de ser de estas repentinas pseudo investigaciones vocerísticas está incrustada en el propio editorial:

    "...últimamente las causas abordadas por éste son frente a grandes intereses".

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  2. Lo que nos pasa
    Javier Ávila

    La respuesta a la pregunta "¿Qué nos pasa, Puerto Rico?" siempre ha estado en la pregunta misma; sólo había que mover el último signo de interrogación hacia la izquierda para obtener la respuesta: ¿Qué nos pasa? Puerto Rico. Precisamente eso, Puerto Rico, es lo que nos ha pasado por mucho tiempo. Y si la causa de nuestros problemas es Puerto Rico, y el resultado es Puerto Rico, el círculo vicioso de nuestro proceso (d)evolutivo nos obliga a aceptar lo que hay o a abandonarlo. Intentar solucionar el deterioro, por más bien intencionado e idealista que resulte, no es una posibilidad. La lógica nos lo revela. Ahora bien, la lógica es algo que desaparece automáticamente cuando se sufre la condición que llamaremos, por falta de un nombre más científico, Puerto Rico.

    Si Puerto Rico es una enfermedad contagiosa que le roba al paciente el sentido común y el paciente se acostumbra a su condición, de manera que no se siente afligido, entonces el típico puertorriqueño pensaría que la respuesta a la pregunta "¿Qué nos pasa, Puerto Rico?" es "nada". Aquí no pasa absolutamente nada. O nada tan malo como para preocuparse tanto. Y si es así (y muchos nos tememos que sea así), entonces no hay ningún problema con que no sepamos qué somos ni quiénes somos; no hay ningún problema con la disolución -o la inexistencia- de nuestra identidad en este circo colonial capitalista y, finalmente, no hay ningún problema con vivir en un simulacro fracturado y caótico en donde reina la mentira, prospera la corrupción, se recompensa la mediocridad, decae la autorreflexión y se rinde el intelecto.

    Quien sufre de Puerto Rico no sufre por Puerto Rico. Quien sufre de Puerto Rico carece de la capacidad para sufrir por Puerto Rico. Por lo tanto, quien sufre de Puerto Rico sufre poco y es mayormente feliz. Su padecimiento no le permite pensar que su país es una figura trágica. La consecuencia de su enfermedad, en otras palabras, redunda en una visión optimista y astigmática del mundo, una percepción convenientemente limitada y limitante del ayer y del mañana.

    Quien sufre de Puerto Rico no ve a la isla como un territorio caído y arruinado en manos de la negligencia de sus habitantes; tampoco ve la población como una civilización que podría ser eficaz si comprendiera la esencia de la vida comunitaria. Quien sufre de Puerto Rico sufre de ceguera.

    Entonces, ¿qué nos pasa, Puerto Rico? Pues nos pasa que estamos severamente superpoblados y hacinados y somos el país más feliz del mundo. Nos pasa que por décadas hemos sido uno de los cinco países más violentos del planeta y seguimos siendo el país más feliz del mundo. Nos pasa que robamos y estamos acostumbrados a la cultura del fraude y seguimos siendo el país más feliz del mundo. Nos pasa que ya no nos sorprende que una cuarta parte de los embarazos en el país esté compuesto por adolescentes, algunas menores de catorce años, y seguimos siendo el país más feliz del mundo. Nos pasa que ensuciamos nuestras calles, nuestros parques, nuestra "patria" (y que milagrosamente se puede ser patriota y basurista al mismo tiempo) y no lo vemos, pero seguimos siendo el país más feliz del mundo. Nos pasa que somos pobres y que no sabemos que somos pobres -sobre todo culturalmente- y que no nos importa porque de algún modo seguimos siendo el país más feliz del mundo. Nos pasa que le adjudicamos más valor a un ridículo certamen de belleza que a la enseñanza de la lectura y que así podemos continuar siendo el país más feliz del mundo. Nos pasa que nos creemos superiores a nuestros gobernantes y, sin embargo, los elegimos cada cuatro años y todos perdemos y ellos son nuestro repugnante reflejo y no nos importa porque somos el país más feliz del mundo. Nos pasa que al fin y al cabo estas palabras no tendrán ningún valor ni validez en la mente de la mayoría de los lectores de este periódico, quienes se concentrarán en las ventas de los "shoppers" para así seguir viviendo en el país más feliz del mundo. Nos pasa que la verdad se ignora para así poder vivir en el país más feliz del mundo. Nos pasa, finalmente, que quienes sí pueden cambiar el panorama político-social han perdido la fe y preferirían contagiarse de Puerto Rico para poder seguir viviendo cómodamente en el país más feliz del mundo.

    Es curioso que todavía se intente hacer campaña por recuperar valores perdidos. Muchos de esos valores jamás han sido parte de nuestras vidas. ¿Cómo se puede recuperar lo que nunca se ha perdido? Por ejemplo, la tradición del basurismo siempre ha existido. Tu bisabuelo, tu abuelo y tu padre eran basuristas y tú también eres basurista. ¿Por qué? Porque esa dejadez nos permite ser felices; porque de ese modo adquirimos la libertad de no pensar en quién tiene que recoger esa basura que tiramos; porque otra popular campaña dice "Yo limpio a Puerto Rico" en lugar de decir "Yo no ensucio a Puerto Rico", porque así podemos seguir nuestro camino y olvidar lo que es nuestra responsabilidad; porque es fácil vivir en el paraíso cuando uno es niño; porque es igualmente fácil permanecer en un estado de niñez por toda una vida; porque no nos pasa nada, Puerto Rico, absolutamente nada. Eso, compañeros, es lo que nos pasa.

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